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jueves

Historia de Francis y Charles

Francis y Charles eran primos y vivían en la Inglaterra victoriana. Por lo que sabemos, los dos eran mentes inquietas y amigas de los viajes y las recopilaciones minuciosas de datos, que les servían para extraer teorías que luego podían aplicar a asuntos diversos.

Francis se preguntó un día si, dado el tamaño de un fémur, podía inferir las dimensiones de otras partes del cuerpo. Inventó así el concepto de correlación, muy útil para el tratamiento de datos estadísticos y para la criminología. Francis se dedicó a recopilar centenares de datos de distintos individuos y halló la recta de regresión, que iba más allá de la media y que hoy utilizan administraciones, empresas y centros académicos. Ya nadie se acuerda de él ni de su apellido, que era Galton, pero sus aportaciones son más útiles que nunca. Las matemáticas, que cada vez son menos exactas cuando se aplican a un mundo tan complicado, le deben mucho.

Charles se dedicó al estudio de bichos y a la recopilación de datos y medidas. Pero más allá de encontrar la fórmula que los relacionaba, quiso hallar el porqué. Y ahí se dio cuenta de que algunos fósiles se parecían a animales vivos, que los bichos que vivían aislados no eran iguales que el resto de sus congéneres e, inspirándose en Malthus, afirmó que los seres vivos evolucionan y sobreviven los mejor adaptados al medio. Los religiosos se echaron encima de Charles Darwin, pero con el tiempo vino en su ayuda la genética, una ciencia (por otra parte) inventada por un agustino que nació el mismo año que él.

Con todo, siglo y medio después, en medio de espectaculares avances técnicas, todavía hay quien duda de que los animales y las plantas también tienen derecho a evolucionar. Basta con examinar los fósiles para comprobar que no hay una línea recta, que se van adaptando a los variables cambios ambientales (glaciaciones, sequías, contaminación...). El éxito y la perfección se miden en clave de presente, no en función de un futuro cambiante. Echar por tierra la labor de un científico apoyándose en libros escritos hace más de dos milenios es, cuando menos, risible.

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