La evolución de las especies continúa, inexorable, con pequeños grandes pasos a pesar de las cuentas de resultados de nuestros clientes y de los beneficios de nuestras empresas. Ensimismados en nuestros pequeños trabajos y en nuestros minúsculos problemas cotidianos, nos olvidamos de que el mundo sigue evolucionando, tal y como lleva haciendo desde hace millones de años.
Ajeno a reuniones, informes, estadísticas, retornos de inversiones, exigencias de competitividad y productividad, impactos mediáticos, estrategias de marketing, compañeros resentidos, jefes de todos los pelajes y aspiraciones laborales, en el universo, en distintos planetas, en distintas especies, se están produciendo cambios fundamentales que nos pasan inadvertidos a la mayoría de los mortales que llevamos corbata de lunes a viernes.
Vale, vale. Lo sé, lo sé. Ya sé que hay mucha gente que ya sabía eso. Pero, para alguien que no ha sido nunca una persona de Ciencias, éste es un descubrimiento de proporciones gigantescas, como el del sándwich en el siglo XVIII y la sandwichera, más cerca, en el siglo XX. Este descubrimiento es aún mayor al ver la posibilidad de aplicar las leyes más básicas de la Evolución al entorno laboral.
Un amigo mío, aprovechando un pequeño descanso entre tensión y tensión con un cliente en su empresa, se conectó el otro día a la edición on line de la revista Nature (http://www.nature.com). No tanto por una vocación de conocimiento, como por cambiar de aires desde su pequeño cubículo con algún tema que distrajera su atención de la realidad, según me contó él después. En el fondo fue una casualidad, resumo yo.
Resulta que, recientemente, como he podido comprobar por mis propios medios, la Universidad de Cambridge ha hecho un descubrimiento sin igual, que ha publicado en la revista Science, sobre el comportamiento de los monos capuchinos (Cebus apella libidinosus) en Brasil.
El titular fue lo que le hizo leer el artículo: “Hungry monkeys can dig it” (un juego de palabras con bastante gracia, que viene a decir, en una traducción libre y poco académica, algo así como que “Los monos hambrientos pueden clavarla”). Resulta que los capuchinos (los monos, no la congregación religiosa) que habitan las copas de los árboles en el noroeste de Brasil, una zona de bosques secos, y que nunca bajan de ellos, movidos por el hambre, no han tenido más remedio que dar con sus patitas en la tierra.
He aquí el primer paso de la evolución. El mono nunca baja del árbol. El mono tiene hambre. El mono baja del árbol. Hasta aquí, bastante sencillo. Pero hay más. El mono tiene miedo. Y el mono tiene a mano millones de ramas a su alcance y alrededor del árbol, alguna que otra piedra. Así: El mono coge una rama y baja del árbol. En el suelo, coge una piedra. Ya en tierra firme, el mono se encuentra con tres problemas:
1) Sigue teniendo miedo.
2) No hay mucho que comer. Todos sabemos que en el noroeste de Brasil no hay mucho que comer, salvo carne de mono.
3) Tienen una piedra en una mano y un palo en la otra. ¿Si le pica la cabeza, qué va a hacer?
Total, que como tiene un palo en la mano y una piedra en la otra, para quitarse el miedo –yo, reconozco, haría lo mismo— da golpes en el suelo. Para quitarse ese mal cuerpo de encima. Y, date, resulta que el terreno se va erosionando y deja ver las raíces y algún que otro tubérculo. El mono se lleva a la boca esas raíces. Como le saben bien –el mono, en el fondo, es consciente de que es un mono y de que tampoco está para muchos festines—piensa: “Pues voy a seguir con el palo y con la piedra”.
En ese punto del artículo, el periodista incluye una cita de uno de los investigadores. Según Phyllis Lee: “Están utilizando su mente, no sólo la fuerza bruta”. La conclusión y la frase no pueden ser más sencillas. No obstante, a veces lo evidente lo damos por contado y no somos conscientes de la verdadera importancia que tiene.
¿Y qué tiene que ver esto con la empresa? Muy fácil. Diciembre trae siempre fechas de nuevos proyectos y el que más y el que menos piensa en una subidita de sueldo. Sobre todo si ya ha comprado algún regalo de Navidad. Mi amigo acababa de leer este artículo y estaba pensando en la mencionada subida de sueldo. Así que tomemos el caso del mono:
1. Tiene hambre.
2. Tiene un palo.
3. Tiene una piedra.
4. Se sirve del palo y de la piedra para conseguir dejar de tener hambre.
Tomemos ahora el caso de mi amigo:
1. Quiere una subida.
2. No tiene un palo a mano, pero puede buscarlo. En las oficinas, siempre hay cosas inútiles, como pilas de informes.
3. No tiene una piedra a mano, pero puede buscarla. En las oficinas, siempre hay pisapapeles, altavoces de ordenador, etc, etc.
4. Si se sirve del “palo” y de la “piedra” conseguirá la subida.
No le hizo falta golpear nada. Fue verle su jefe con varios informes debajo del brazo derecho y con un altavoz en la mano izquierda. La subida fue inmediata. Mi amigo me contaba el otro día: “Empleé mi mente y no la fuerza bruta”. El jefe vio a mi amigo realizando un esfuerzo físico y pensó: “Este chico no sólo tiene cabeza, sino también buena disposición para cargar con documentos de un lado a otro de la oficina. Merece una subida.” Así es como piensan los jefes.
Reconocedlo. Le veis un fallo a esta adaptación natural al entorno. Yo también. Podía haberle salido todo mal a mi amigo. Él cree que la subida fue por una cosa y en realidad fue por otra. Además, en el caso de que hubiera golpeado con alguno de los objetos en el suelo o en la cabeza de su superior, en el mundo real hay leyes y no se puede andar con palos y piedras. Eso le dije yo. Eso exactamente. Y, ¿sabéis qué contestó? Lo siguiente: “Claro que sé todo eso. Si hubiera habido algún problema, me vuelvo a subir al árbol y tan tranquilo”. La evolución es inexorable.
La vida es sencilla y el dinero la complica.
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