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martes

La generación frustrada

Nuestro tiempo nos ha permitido alcanzar las cotas más altas de la historia en muchos aspectos. Somos los que tenemos un nivel cultural más alto, más estudios, más medios de comunicación a nuestro alcance, más máquinas que nos ahorran trabajo… pero carecemos de tiempo para explotar nuestras potencialidades. Formamos las generaciones frustradas.

Cuantos más conocimientos adquirimos, más nos damos cuenta de que menos libre albedrío hemos alcanzado. Por primera vez, nos planteamos ciertas cosas y, también por vez primera, podemos expresar lo que pensamos. Sí, pero no es más que un desahogo, porque lo que es hacer, eso ya lo deciden otros por nosotros.

No, no creemos que cualquier tiempo pasado fuera mejor. No añoramos las épocas del trabajo de sol a sol, de la falta de derechos, de las enfermedades, de la ignorancia. Reclamamos, únicamente, pagar el peaje justo por las ventajas que tenemos. ¿Por qué debemos trabajar ocho horas si sólo necesitamos siete para hacer lo mismo que hemos hecho siempre?

¿Nadie se ha parado a pensar por qué sólo el 61% de las horas que trabajamos son productivas? ¿Qué interés hay en que perdamos tanto tiempo en tareas inútiles en vez de descansando o desarrollando nuestra creatividad?

Dado que el tiempo de las conspiraciones pasó, quizá no sea más que un modo de agotarnos para que luego agradezcamos el ocio convenientemente prefabricado. La espiral ha ascendido tanto que cuando antes nos preguntábamos cuántas cosas nos intentan vender a lo largo del día, hoy la pregunta pasa a ser cuántas cosas vendemos nosotros a lo largo del día. ¿Cuántas vendemos y cuántas creamos? Muy pocas, lo cual es un flagrante despilfarro de tantos años y recursos destinados a la formación.

Se argüirá que hay quienes estudian para vender. Pues sí. Es más, hemos visto cantar el Gaudeamus Igitur en un acto de ESIC en el que salían promociones de másters a cual con más contenido de marketing, es decir, con menos contenido real. Para eso se usa un himno universitario: para proclamar que esto es todo lo que merece la pena saber. Antes la oratoria vendía ideas en la asamblea; ahora el marketing vende objetos en todas partes y a cualquier hora.

Pretenden hacernos creer que todos necesitamos cada vez más cosas, que todos somos igual de tontos, una paradoja cuando científicamente está comprobado que el nivel intelectual va en aumento. Para el antropólogo, el sentido de la trascendencia es lo que hace hombre al hombre. Para el marketiniano, la avidez consumista es el signo de nuestra civilización. No hay avance de la inteligencia ni del conocimiento que la falta de tiempo no sea capaz de borrar.

Ya no importa que la enciclopedia sea completa, sino que la vendan bien. No importa el objeto, sino la transacción. Como huevos de pascua, hoy lo que nos rodea es papel de colores brillantes y lazos que sólo envuelven un chocolate de dudosa calidad. El vacío nunca fue tan atractivo.

(*) Según Proudfoot Consulting (www.proudfootconsulting.com) la tasa de productividad en España se sitúa en el 61%, similar a Sudáfrica. En España se trabajan más horas que en el resto de países europeos, 1.806 al año, sólo por detrás de Estados Unidos. La causa: falta de planificación y gestión.

La media del cociente intelectual de los niños españoles se ha incrementado entre un 15 y un 17% en los últimos 30 años gracias a las mejoras en su alimentación, higiene y asistencia médica, según un estudio elaborado por profesores de Psicología de las universidades de Barcelona y Autónoma de Madrid, publicado en la revista científica norteamericana Intelligence (diciembre 2004).

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