¿Dónde está el límite de lo que debe hacer una persona de forma irrenunciable?
Primero hubo guarderías para cuidar a los hijos y agencias matrimoniales para encontrar a los padres, también se inventaron peluquerías, centros de estética y máquinas de gimnasia pasiva, posteriormente aparecieron profesionales para hacernos los trámites burocráticos, luego surgieron shoppers para elegir y comprar la ropa que más nos favorezca, e incluso hay quien vende argumentos para que escribamos nuestra propia novela.
El occidental de hoy puede ser persona tranquilamente aunque no busque pareja, no cuide a su prole, no se ocupe de su propio cuerpo, no piense con qué vestirse ese día y sea considerado un artista aunque la idea sea de otro.
Quedan fronteras, pero, de momento, son muy extremas: si te alimentan o te evacúan con sonda, es que estás enfermo. Pero todo se andará. Entonces, cuando ya no tengamos que ocuparnos de nosotros mismos, podremos invertir toda la vida en propósitos más elevados: atascos de tráfico, venta de productos innecesarios, largas reuniones con gente que nos resulta indiferente, elaboración de documentos que nadie leerá... Altas metas de trascendencia comparable al papel de envolver regalos.
La vida es sencilla y el dinero la complica.
miércoles
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