La noticia no lo dice, pero seguro que la CEOE y AMAT (es decir, la patronal y la asociación de mutuas de accidentes, respectivamente) andan frotándose las manos. La Universidad de Stanford ha descubierto que si una persona recibe el entrenamiento adecuado, puede controlar el dolor observando en tiempo real la zona de su cerebro que está relacionada con el sufrimiento físico. Para quien quiera detalles, esta región es la corteza cingulada anterior, y se visualiza mediante resonancia magnética.
Ya intuíamos que algo debía de haber, porque era muy sospechoso que los placebos funcionaran y también que hubiera compañeros de trabajo tan quejicas. Así que al final las filosofías orientales e incluso Lobsang Rampa en persona tenían razón y podemos conseguir que el dolor sea más difuso. Hay que decir que el fundamento de todo el experimento es bastante simple: distraer la atención del sujeto y que piense en otras cosas. Algo así ya lo hemos leído en mil novelas, cuando el enamorado despechado parte a América, Australia o la guerra de turno para iniciar una nueva vida lejos y superar su melancolía.
El caso es pensar en otra cosa y distraer al cerebro, que no puede estar en misa y repicando. Pero no queda claro qué límites tiene esta terapia. Por ejemplo, si a uno le abren en canal, ¿evita el dolor? ¿Y qué pasa con la grima?
¿Alguien ha detectado qué zona del cerebro responde por la tiricia, el asco, la grima o el desagrado?
La vida es sencilla y el dinero la complica.
viernes
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