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viernes

Grandes y misteriosas noticias: bichos nuevos, ciudades perdidas

Dos de las noticias más maravillosas de las últimas semanas han surgido entre el Índico y el Pacífico, entre el jaleo de islas indonesias. La primera, el hallazgo de docenas de animales y plantas en las montañas Foja de Papúa Nueva Guinea, escondidos del género humano en el denso bosque tropical. La segunda noticia la protagoniza la ciudad de Tambora en la isla de Sumbawa, que fue sepultada en 1815 por la mayor erupción volcánica de la Edad Contemporánea. 117.000 muertos yacen a tres metros de profundidad, en sus casas, con sus cosas.

Ambos hallazgos deberían haber constituido la noticia de la jornada en todas partes, en lugar de quedar relegados a las páginas interiores y a las secciones de revoltijo de los telediarios. Pero no: resulta que lo importante es el día a día –cuanto más sangriento o politiqueado mejor–, en vez de lo que realmente representa un avance en el progreso y el conocimiento de la humanidad. Da la impresión de que la historia se escribe con las páginas interiores, y las portadas simplemente sirven para que no veamos por dónde avanzan esos renglones. (Se intuía, se intuía).

Y no es lo único extraño ni curioso. Son dos historias raras porque demuestran que hay grandes maravillas ocultas al común de los mortales. ¿Cómo a nadie se le había ocurrido buscar Tambora, dos siglos después de la erupción? ¿Cuántos simpáticos animalillos hay por ahí ocultos, intentando esquivar la suerte de los dodos y demás infortunados, y dónde se sabe que pueden estar? Seguramente, los científicos hayan mantenido el oscurantismo hasta que ha habido riesgo de que se averigüe de otro modo o han surgido posibilidades comerciales interesantes. Desde luego, las ruinas tienen todas las papeletas para acabar convertidas en atracción turística y los animales serán revisados de arriba abajo para hallar todas sus aplicaciones médicas, genéticas y alimenticias.

Con todo, es reconfortante que no todo lo que quede por descubrir en este mundo sean monstruos abisales, bacterias y fragmentos de huesos. Porque mira que era poco atractivo el panorama...

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