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martes

Fumar o no fumar, pero sin demagogias

Con la entrada del nuevo año y toda la polémica que rodea a la nueva legislación antitabaco, hemos creído oportuno recuperar un estupendo artículo sobre el tema del economista Xabier Sala publicado hace unos meses en La Vanguardia. No tiene desperdicio. Adelantamos algunos extractos:

"Un argumento utilizado a favor de la prohibición es que el tabaco mata a millones de ciudadanos. Eso es cierto, pero también lo es que millones mueren anualmente conduciendo, esquiando o nadando. A algunos incluso les fulmina un rayo mientras pasean por el campo. Todos ellos saben que el riesgo existe y, sin embargo, deciden voluntariamente seguir practicando esas actividades… y a nadie se le ocurre pedir al congreso que prohíba o limite el uso del automóvil, el esquí, la natación o los paseos por el campo."

"Se nos señala también que los costes hospitalarios de los fumadores suponen una carga financiera para los demás. Este argumente carece de lógica económica porque si los consumidores de tabaco no fumaran, ¡también se morirían! Y yo me pregunto: ¿acaso no costaría dinero esa muerte? La pregunta es si los costes de tratar a los fumadores son mayores que los costes de “morirse por otras causas”. Sobre este tema hay diversos estudios (Manning en Estados Unidos, Raynauld y Vidal en Canadá, Rosa en Francia, entre otros) con resultados sorprendentes: perder la vida por culpa del humo tiende a ser más “barato” que morirse, más adelante, por otras razones. De hecho, una de las enfermedades más caras de tratar es el Alzheimer que en general no aqueja a los fumadores compulsivos porque, a la edad que éste tiende a aparecer, la mayoría ya han fallecido."

"Si a eso le añadimos que los fumadores tienen una esperanza de vida de unos 65años (justo al llegar a la jubilación) y que, por lo tanto, acaban cobrando pocas pensiones a pesar de cotizar toda la vida, llegamos a la conclusión que los fumadores no sólo no son un coste financiero neto sino que son una “ganga” para los no fumadores. La absurda ironía es que, si los activistas aplicaran correctamente la lógica económica, no sólo no deberían pedir la prohibición del tabaco sino que ¡deberían incentivar su consumo!"


Por cierto, ninguno de nosotros (al igual que el autor del artículo) fuma, ni nos gustan los ambientes con humo, ni que huela nuestra ropa tras tomar un trozo de tarta y un café en una cafetería, pero suscribimos sus conclusiones al 100%.

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