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viernes

Niños en peligro de extinción

En la Gran Vía de Madrid había una tienda, antaño de bolsos, que tenía los peluches más maravillosos del mundo: desde dodos hasta tiburones, pasando por rayas, ardillas o flamencos. Hoy es un banco feo con aspecto de búnker y alma de metal. Como siempre, el capital puede más que las ilusiones.

El mes pasado aparecieron dos noticias en prensa muy significativas.

Noticia 1: los niños creen que tienen poco tiempo para jugar, según un estudio la Fundación Crecer Jugando. El informe sostiene que sólo juegan los fines de semana y sufren falta de tiempo y de compañeros, por no mencionar que la calle se ha convertido en un espacio vedado para ellos.

Noticia 2: los niños no tienen ni idea de en qué año se descubrió América, en qué continente está China y cómo se opera con cuartos de hora.

Todo esto nos lleva a un interrogante: ¿a qué demonios se dedican los niños de hoy? Si no juegan ni aprenden en el colegio, ¿qué es lo que hacen? Es más ¿existen los niños? A la vista de los casos de anorexia infantil, de la desaparición de Parchís y de las niñas que se maquillan para ir a clase antes de tener la primera regla, parece que la adolescencia, ese invento occidental, está ocupando el lugar de la infancia y que los niños correrán la misma suerte del lince ibérico.

Un ejemplo: la “literatura infantil y juvenil”. Parece como si diera vergüenza editar “literatura infantil” a secas. Fray Perico y su borrico tiene que compartir estantería con historias de chavales de familias desestructuradas que con imaginación y una dosis de amistad consiguen salir adelante al estilo telefilm de Antena 3. Nada de Walter Scott, Salgari, Verne y afines, que son demasiado absorbentes.

En fin. Esto parece cada vez más el pueblo de Indiana Jones y el templo maldito. El caso es que la niña que hoy pide una Lupita mañana se saca del bolsillo un pseudo rimmel hiperalergénico del todo a cien. Y miles de kilómetros más allá hay niños esclavos, pequeños que trabajan mil horas al día cosiendo balones y que antes ayudaban a sus padres en el campo o en las faenas domésticas. Quizá este sea el único caso en que los países en vías de desarrollo, por vías retorcidas y extrañas, han sido precursores de lo que iba a pasar en otras latitudes.

Misterios de la globalización.

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