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lunes

Sobre Occidente y el Lejano Oeste

Era de temer y de agradecer a la vez: por fin tenemos un estudio sobre eso que diferencia al europeo del estadounidense y que a la vez confirma los datos que demuestran la existencia del europeo medio. Por supuesto, el objetivo no es conocer filosóficamente al europeo, sino al consumidor europeo, del mismo modo que se usan como sinónimos Unión Europea y Europa. (Acotación: las sinécdoques son necesarias para no pecar de cursis; es mejor referirse a lo material que a una idea abstracta).

A lo que íbamos: se trata de un estudio de Euro RSCG en el que ese matrimonio poligámico de conveniencia que es Europa muestra cómo son sus retoños.

Así, los europeos, antaño colonizadores, se resisten hogaño a ser colonizados y defienden su modelo social frente al de países donde ni siquiera despunta un partido socialista.

Por ejemplo, el 63% de los europeos defiende un salario mínimo para desempleados, frente a un 34% de los estadounidenses; el 64% aceptan la homosexualidad, frente al 51% de yanquis. En otros aspectos, como la defensa de la libre competencia y la importancia de la religión, las diferencias entre los europeos son mayores, pero, aun así, sorprende la unidad sobre la evidente desunión.

En conjunto, somos más gregarios, solidarios y ecológicos, aunque eso nos haga movernos a la velocidad del coral en algunos aspectos. Claro que el 53% de los europeos no está de acuerdo con la idea de que el progreso tecnológico trae más ventajas que desventajas.
Hay que señalar que sólo se ha encuestado a diez países; el resto son pequeños y, se supone, menos europeos. Pero podríamos decir que los europeos son más encorsetados, lo cual es normal después de tantos siglos amontonados y conviviendo con vecinos de costumbres distintas.

Es de entender que al americano le acabe aburriendo la rigidez, del mismo modo que al europeo le exaspera la previsibilidad de sus congéneres transatlánticos y su desconocimiento de cosas tan básicas como alimentarse correctamente o el significado de palabras derivadas del latín.

En fin, podríamos escribir un anexo a la Espasa sobre estas controversias.

Como aquí tenemos tejados viejos y no es cuestión de arrojarles piedras, admitiré que el europeo es egocéntrico, muy egocéntrico después de siglos de prima donna histórica y cartográfica, pero al mismo tiempo está tan acostumbrado a encontrarse idiomas distintos y hábitos raros en cuanto da tres pasos, que, sin una gran cultura, admite fácilmente la diversidad del mundo. Y, por otra parte, está tan habituado a ver edificios viejos y asombrosos que guarda un mínimo de respeto hacia sociedades más atrasadas.

Eso sí, que nadie le intente convencer de cambiar de vida, que ya está mayor.

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